viernes, 5 de marzo de 2010

Cero-gourmet: Estómagos Kamikaze



Para un transeúnte, comer en la Ciudad de México es un acto que requiere tener estómago kamikaze, ánimo suicida, espíritu aventurero, o en el caso menos exagerado, poco miedo a la enfermedad.

Y es que hay que ser honestos, la prisa que rige la vida capitalina deja poco espacio a la comida saludable, y los puestos ambulantes en las salidas del metro, el aceite hirviente, las salsas en cubetas, los saleros amarrados a estructuras de metal y paquetes colgantes de servilletas, son el escenario cotidiano del desayuno, comida o cena del defeño, escenario en el que a veces suceden comedias, y otras, tragedias que tienen su clímax cuando el baño se convierte en nuestra recámara, por una noche de infección estomacal.

     Lo he vivido, soy un transeúnte. Diario voy de casa al trabajo, del trabajo a la escuela, de la escuela con los amigos y los últimos años de mi vida las comidas en casa son un lujo lejano: la garnacha me sustenta, esa es mi realidad.

     Y como buen garnachero, tengo mis sitios favoritos y mis aborrecidos, los que frecuento y los que definitivamente evito,–al menos cuando estoy sobrio: a veces el alcohol no sólo turbia el juicio, también distorsiona el gusto—, y hoy comienzo este blog en que, en un acto de honesta intención de compartir, me convierto en crítico-gastronómico-callejero-mágico-musical, título que sustentan mis años de experiencia. ¿Sirve de algo decir que trabajé de pinche en dos restaurantes?

     A veces desempeño el mismo rol en la vida y hoy me preguntan: Pinche Ricardo, ¿no tienes nada mejor qué hacer que escribir de lo tragón que eres? Sí, pero esto, además, me divierte.
Hermanos, hoy digo: ¡Hágase este blog! Y el blog se hizo.

No hay comentarios: